“La no-existencia es el principio del cielo y de la tierra.”
– Tao Te King, capítulo 1.
I. El maestro que se marchó por la puerta trasera de la Historia
Se dice —y lo que se dice en China suele tener al menos tres versiones— que había una vez un anciano de barba nívea, espalda encorvada y ojos de quien ha visto demasiado. Caminaba lento, como si midiera cada paso con la paciencia de un agricultor y la resignación de un sabio. Su nombre era Lao-Tse, o más exactamente, Lao Zi —老子—, “Viejo Maestro”.
No tenía ejército, ni seguidores, ni templo. Solo una mula testaruda (al parecer tan obstinada como él) y un propósito: desaparecer. Harto de la decadencia moral, de los discursos inflados y de los cortesanos con sonrisa falsa, decidió abandonar la civilización y dirigirse hacia el oeste, al exilio voluntario del silencio. A la frontera llegó sin prisa y sin equipaje. Y allí, como en los buenos cuentos, alguien lo estaba esperando.
El guardián del paso, Yin Xi, lo reconoció. No por su fama (que no la tenía), sino por su aura, que debía de ser parecida a la de un volcán dormido o un sauce en meditación. Yin Xi le pidió, casi le suplicó, que no cruzara sin dejar algo. Que escribiera. Lao-Tse —que no estaba para florituras ni apegos— accedió con un gesto cansado. Se sentó, sacó un pincel, y en unos días escribió 5.000 caracteres que cambiarían el pensamiento oriental para siempre.
Así nació el Tao Te King. Breve, oscuro, inclasificable. Un libro que, al igual que su autor, parece estar siempre a punto de marcharse.
II. Un libro sin dueño, sin dogma y sin prisa
El Tao Te King es un libro que se resiste a ser entendido a la primera. Ni a la segunda. De hecho, si uno cree haberlo comprendido del todo, es señal segura de que no ha entendido nada. No es un manual, ni una profecía, ni una doctrina cerrada. Es una suerte de espejo empañado: refleja lo que llevas dentro, pero no con nitidez.
Está dividido en 81 capítulos, de longitud variable pero todos breves, como aforismos zen antes del zen. Los primeros 37 tratan sobre el Tao (el Camino, el flujo universal que no se nombra), y los restantes sobre el Te (la Virtud, no moralista sino espontánea, que brota del alinearse con el Tao).
No hay desarrollo lógico ni sistema. El Tao Te King no explica, no argumenta. Sugiere. Insinúa. Se desliza como el agua que Lao-Tse tanto admiraba.
“El supremo bien es como el agua,
que beneficia a los diez mil seres sin luchar contra ellos.”
(Cap. 8)
¿La clave? No forzar. No imponer. No resistirse al flujo natural de las cosas. No actuar desde el ego, sino desde la armonía. El taoísmo, en su esencia, es una filosofía del desapego, pero también del sentido común en estado puro.

III. ¿Qué es eso del Tao?
Aquí es donde la cosa se pone interesante. Tao significa “camino”, pero no cualquier camino. No uno trazado por ingenieros o predicado por profetas. Es el camino. El principio invisible que sostiene la existencia. Pero Lao-Tse lo dice desde el primer verso:
“El Tao que puede ser dicho, no es el Tao eterno.”
(Cap. 1)
Es decir: si puedes explicarlo, no es eso. Más que una doctrina, es una actitud vital. El Tao es como el viento: no lo ves, pero lo sientes. Como el silencio entre dos notas musicales. O como ese momento en que no sabes qué hacer, y justamente por eso, haces lo correcto.
IV. Wu wei: la acción sin acción
Uno de los conceptos más desconcertantes (y útiles) del libro es el de wu wei —无为—, que suele traducirse como “no acción”. Pero cuidado: no es pereza ni pasividad. Es actuar sin esfuerzo forzado, sin manipulación, sin ir contra la corriente natural de las cosas.
“El sabio actúa sin actuar y enseña sin hablar.”
(Cap. 2)
Lao-Tse propone algo muy poco atractivo para nuestros tiempos: no hacer nada, y aún así, todo se hace. Parece una receta para la inacción, pero es justo lo contrario: es una invitación a actuar con la precisión de quien ha comprendido cuándo intervenir y cuándo estorbar. Como un jardinero que no estira de los brotes para que crezcan más rápido.

V. La política del no-gobierno (que gobierna mejor)
Aunque Lao-Tse no fue político, dejó entrever una visión política más lúcida que la de muchos tratados. Para él, el mejor gobernante es el que apenas se nota. Aquel que no controla, no impone, no espía. Que deja hacer y solo interviene cuando es absolutamente necesario.
“Cuando el mejor gobernante gobierna, la gente apenas sabe que existe.”
(Cap. 17)
Suena utópico. Y lo es. Pero también tiene algo de advertencia: cuanto más controla un gobierno, más lejos está del Tao. Una frase suya debería estar colgada en muchos parlamentos:
“Cuantas más prohibiciones haya, más pobre será el pueblo.”
(Cap. 57)
VI. Confucio y Lao-Tse: el Dragón y el burócrata
Se dice que Confucio, el gran moralista, fue a visitar a Lao-Tse. Cuando volvió, pálido y taciturno, dijo: “Hoy he visto un dragón”. Confucio hablaba de jerarquías, de rituales, de deberes familiares. Lao-Tse, en cambio, le parecía demasiado libre, demasiado impredecible, como si caminara sobre el viento.
Lao-Tse probablemente pensara que Confucio era un buen hombre, pero peligrosamente apegado a las formas. En uno de los capítulos más irónicos del Tao Te King, se lanza una pulla nada disimulada:
“Cuando se pierde el Tao, aparece la virtud.
Cuando se pierde la virtud, aparece la bondad.
Cuando se pierde la bondad, aparece la moralidad.
Cuando se pierde la moralidad, aparece la ley.”
(Cap. 38)
Una escalera descendente hacia el artificio.

VII. El legado del silencio
A lo largo de los siglos, el Tao Te King ha influido en emperadores, poetas, monjes budistas, pintores de tinta china, guerreros zen, anarquistas, beatniks y ejecutivos en crisis existencial. Ha sido interpretado como manual de estrategia, filosofía de vida, poesía mística o tratado político. Y sigue vivo, quizá porque no se deja atrapar por ninguna etiqueta.
Lo han traducido poetas como Ezra Pound, místicos como Thomas Merton, filósofos como Roger Ames. Cada traducción es una traición (como toda traducción), pero también una relectura. Porque el Tao Te King no se lee: se relee. A los 20 parece una tontería. A los 40, empieza a tener sentido. A los 60, uno desearía haberlo entendido antes. Y si se llega a los 80 con una mula y una sonrisa, quizá se está a la altura del autor.
VIII. Epílogo: volver al inicio
Así que ya lo sabe: si un día siente que el mundo se ha vuelto demasiado ruidoso, demasiado rápido, demasiado lleno de gente que habla sin saber, monte su mula (metafóricamente hablando) y búsquese un rincón de silencio.
Allí, entre el caos y la no-existencia, puede que le visite el Tao. Y si no, al menos habrá descansado de tanta estupidez con corbata.
Como decía el Viejo Maestro, mientras acariciaba a su mula testaruda:
“Saber que no se sabe, eso es humildad.
Creer que se sabe, eso es enfermedad.”
(Cap. 71)

Heráclito de Éfeso
“No se puede entrar dos veces en el mismo río.”
Como Lao-Tse, Heráclito vio el mundo como cambio constante. Ambos compartieron una visión dinámica del cosmos, y una desconfianza hacia las palabras como vehículos absolutos de verdad.
Jorge Luis Borges, El libro de los seres imaginarios
“Lao-Tse es el maestro del misterio, y su Tao, un dragón que se disuelve si uno intenta atraparlo.”
Borges veía en el Tao una metáfora de lo inabarcable. El Tao Te King es, para él, literatura pura: sugerente, elusiva, perfecta en su ambigüedad.
Henry David Thoreau, Walden
“Fui a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente…”
Thoreau, con su búsqueda de vida simple y en armonía con la naturaleza, encarna el espíritu del Tao. Su Walden es un ejemplo occidental de alinearse con el flujo natural.
Chuang-Tsé (Zhuangzi)
“Una vez soñé que era una mariposa… ¿o soy una mariposa que sueña que es Zhuangzi?”
Discípulo indirecto de Lao-Tse, Zhuangzi lleva el taoísmo al terreno del humor, la paradoja y el sueño. Su obra complementa y amplifica el Tao Te King.
Si sientes que esta historia te ha aportado, si ha despertado algo en ti, te agradecería de veras que lo compartieras y que, si te apetece, me dejaras unas líneas en los comentarios. Me interesa mucho tu opinión, y también saber si te gustan estos temas para profundizar en ellos. También puedes suscribirte al blog, es gratis y no te perderás ninguna de las publicaciones. ¡Muchas gracias!