Un día escuché a Fernando Sánchez Dragó decir, en una conferencia, que le daba pena de la gente que se tomaba las cosas en serio, y particularmente a ellos mismos, para terminar añadiendo: “En la vida hay que tomárselo todo a guasa”.
Esto, que a alguien puede parecerle una liberalidad y poner decenas de ejemplos de cosas en la vida de las que uno no puede, o no debería, reírse, encierra sin embargo una profunda verdad que merece la pena que no pasemos por alto, ya que podría cambiarnos la vida.
Tomarnos en serio a nosotros mismos
Tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio, más que un acto de respeto hacia nuestra persona, seguramente signifique alejarnos de nuestra verdadera naturaleza y atribuirnos unas cualidades que no poseemos y además no deberíamos desear poseer: la perfección, la seguridad, no equivocarnos nunca, etc.
En realidad somos un personaje creado por nosotros mismos. Ese que deseamos que los demás piensen que somos. Y el problema es que si creemos que no tenemos defectos y que siempre somos los que llevamos la razón y lo hacemos todo bien, entonces las cosas malas que nos pasen, no siendo nunca por nuestra causa, serán un castigo del destino o de los dioses, según cada cual, pero desde luego una tragedia en la que el héroe que somos vive injusticias y realidades adversas.
No me digáis que no os habéis sentido nunca así.
¿Eso cambia algo si no nos tomamos en serio?
Recordemos que en la vida todo son convencionalismos y nosotros uno más. Si nos vemos como algo más cercano a la realidad, es decir, como seres imperfectos, con miserias, que nos equivocamos continuamente y que, en nuestra intención de llevar las cosas al mejor de los escenarios muchas veces terminamos empeorando la situación; si comprendemos de verdad que ésta es nuestra naturaleza y que casi nunca las cosas serán como esperábamos, entonces cuando nos pasen cosas que no son de nuestro agrado no veremos nuestra vida como una tragedia, sino como una comedia y todo eso nos hará sonreír.
Si comprendemos que casi nunca las cosas serán como esperábamos, entonces no veremos nuestra vida como una tragedia, sino como una comedia.
Vivir preocupados
Vivimos, por desgracia, en un mundo en el que se nos ha enseñado, y vemos por todas partes, que hay que vivir continuamente preocupados. La gente por la calle camina con gesto serio, viajan en el metro con semblante pálido y se dirigen a uno con voz cortante en el mejor de los casos. En las noticias vemos un mundo donde la negatividad gobierna y las quejas de las personas que nos rodean nos confirman lo mal que está todo. Quienes se salen de ese patrón de seriedad y queja normalmente son juzgados y criticados, con desconfianza hacia su actitud.
Se sabe que las sociedades que tienen un nivel más alto de felicidad son las más pobres, mientras el primer mundo consume tantos ansiolíticos y antidepresivos casi como habitantes tiene. Y es que nos tomamos la vida demasiado en serio. Demasiados objetivos, responsabilidades, cargas, obligaciones, y sobre todo, imagen que queremos dar de nosotros mismos, que es la raíz de todo lo demás.
Así volvemos al principio. Aquellos que viven en sociedades donde todos tienen igual de poco, aparte de ser más generosos y compartirlo, no se preocupan de una supuesta imagen de perfección y de superioridad, y por lo tanto sonríen y son felices, sin miedo a lo que nadie pueda pensar. Sus personajes son más cercanos a la naturaleza humana que los nuestros.
Mirar con perspectiva
Sabemos que los problemas son muy difíciles de solucionar en el mismo nivel que se crearon. Sin embargo, subir o bajar un poco la perspectiva nos hace verlos de manera diferente y surgen entonces soluciones creativas que no se nos hubieran ocurrido. El sentido del humor aquí es un aliado casi infalible. La persona capaz de salirse un poco de su problema y reírse de él encontrará con mucha más facilidad una solución al mismo que aquella que se queda atrapada. El humor nos permite percibir las cosas de una manera nueva, nos ayuda a ver aquello que antes era invisible.
Tomarse la vida con humor significa no caer en el victimismo, rechazar los pensamientos negativos y dejar de lamentarnos, mientras empezamos a actuar. Reírnos ante algo verdaderamente trágico que nos ha pasado no significa que no sintamos dolor, sino que contamos con un instrumento para sofocarlo: el humor. Y, como decíamos, salir adelante no es posible si nos ponemos a escavar en el pozo en el que hemos caído. Alimentar una emoción negativa no nos va a ayudar a superarlo, hay que cambiar la perspectiva.
El humor nos permite percibir las cosas de una manera nueva, nos ayuda a ver aquello que antes era invisible.
Sonrían, por favorComo vemos, tomarse las cosas con humor no es una opción, sino que debe ser una obligación, una forma de existir. Porque además de ser la forma de solucionar problemas, hace que la vida sea hermosa, que los nervios se vayan por donde vinieron y que las heridas cicatricen más rápido. Nos da alegría y hace que la contagiemos.La risa sube la autoestima y aleja el mal humor; hace que las preocupaciones o tristezas desaparezcan; mejora la función respiratoria y cardiovascular y aumenta la oxigenación, asociándose el buen humor con un sistema inmune fuerte y buena salud mental; libera tensiones y aleja el estrés; disminuye el insomnio; tiene beneficios sociales ya que estrecha lazos, aumenta la confianza y refuerza los sentimientos de pertenencia al grupo; además, potencia la creatividad y la imaginación.
¿Sigues pensando que es osado decir que hay que tomárselo todo a guasa?
Más bien parece que es una gran enseñanza y que cuanto antes lo pongamos en práctica mucho mejor.