En el mundo de la literatura histórica, sumergirse en el pasado es esencial para dar vida a las páginas de un libro. Para mí, la creación de mi novela histórica "La ciudad de los inmortales", sobre la Antigua Grecia y la guerra del Peloponeso, no fue solo un ejercicio de investigación, sino una odisea personal en la que exploré los lugares que luego aparecerían en mi obra.
Apasionado por la historia desde temprana edad, decidí llevar mi compromiso con la autenticidad y la riqueza narrativa al siguiente nivel. Antes de poner pluma a papel, emprendí un viaje a la cuna de la civilización occidental, recorriendo los sitios arqueológicos y las tierras que sirvieron como escenario para mi futura novela.
Mi periplo me llevó a Atenas, donde la majestuosidad del Partenón y el Agora antigua despertaron en mí una conexión tangible con el esplendor de la Grecia clásica. Caminar entre las columnas que una vez fueron testigos de la filosofía, la política y las artes fue una experiencia que trascendió la investigación. Pude sentir la energía impregnada en esas piedras milenarias.
Desde allí me aventuré a otros lugares como Corinto, Micenas, la Arcadia, Delfos o Epidauro, lo cuales ya comenté en otros artículos. Sin embargo, hoy os hablaré de mi visita a Olimpia, cuna de los Juegos Olímpicos antiguos y hogar de los dioses griegos. Aunque esta ciudad no aparece finalmente en mi novela, la experiencia fue transformadora. Estar en Olimpia es como estar en el epicentro de la mitología. Puedes sentir la presencia de los dioses, como si el espíritu de Zeus aún flotara en el aire.
La majestuosidad del Templo de Zeus y el estadio donde los atletas competían en honor a los dioses dejaron en mí una impresión indeleble. Mi viaje no solo sirvió como fuente de inspiración; también me proporcionó una comprensión más profunda de la esencia humana en ese período histórico. Visitar estos lugares me permitió entender la vida cotidiana, los desafíos y las aspiraciones de las personas que vivieron en la antigüedad. Quería transmitir esa autenticidad a mis lectores, y creo que, en gran parte, gracias a este viaje, finalmente lo conseguí.
Al regresar, comencé a tejer la trama de mi novela "La ciudad de los inmortales", con la riqueza de detalles y emociones que solo se pueden capturar al experimentar personalmente los lugares que cobran vida en las páginas de mi obra. Mi odisea por la Antigua Grecia no solo enriqueció mi escritura, sino que estoy seguro también ofreció a los lectores una ventana única a un mundo perdido pero nunca olvidado.
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