En una tarde de 1931, en una pequeña sala del M. H. de Young Memorial Museum de San Francisco, un grupo de fotógrafos debatía con la pasión de quienes están a punto de cambiar la historia. Willard Van Dyke se inclinaba hacia adelante, sus ojos brillaban con el fervor de quien está seguro de su causa. Ansel Adams, con su voz profunda y cadenciosa, sentenció: "No quiero ver más nubes de algodón y rostros etéreos. Quiero que la fotografía sea tan nítida como la realidad misma". Preston Holder asintió. Así, entre tragos de café y negativos esparcidos sobre la mesa, nació el grupo f/64.
La rebelión contra el pictorialismo
En aquella época, la fotografía en Estados Unidos estaba dominada por el pictorialismo, un movimiento que buscaba imitar la pintura impresionista con imágenes desenfocadas y manipuladas en el cuarto oscuro. Para el grupo f/64, esto era una traición al verdadero potencial del medio. Querían devolver a la fotografía su pureza, su objetividad, su capacidad de mostrar el mundo con una claridad implacable.
El nombre del grupo hacía referencia a la apertura más cerrada del diafragma en las cámaras de gran formato de la época, que permitía una profundidad de campo extrema, capturando detalles nítidos desde el primer plano hasta el fondo. "f/64 es la única forma de ver el mundo tal como es", decía Edward Weston, otra de las figuras clave del grupo.

"Monolith, the Face of Half Dome" (1927) de Ansel Adams
Los caballeros de la precisión
Entre los miembros fundadores estaban Imogen Cunningham, conocida por sus retratos de una fuerza inusual; John Paul Edwards, cuya técnica era tan rigurosa como su carácter reservado; Sonya Noskowiak, capaz de transformar lo cotidiano en sublime; Henry Swift, con su visión casi arquitectónica de la composición; y el propio Van Dyke, quien a pesar de su juventud se convirtió en el organizador del grupo.
Cada uno tenía su propio estilo, pero todos compartían una devoción por la técnica impecable. Weston fotografiaba pimientos y nautilus con una perfección casi erótica. Cunningham capturaba las manos y rostros con una intensidad sin concesiones. Adams elevaba las montañas y los desiertos a la categoría de catedrales visuales. "El negativo es la partitura, la copia es la interpretación", solía decir Adams, convencido de que cada imagen debía trabajarse con la misma meticulosidad que una sinfonía de Beethoven.

"Pepper No. 30" (1930) de Edward Weston
Fotografías que marcaron una era
Las imágenes de f/64 no eran meros ejercicios técnicos; eran manifestaciones de una nueva manera de ver el mundo. Algunas de sus fotografías más emblemáticas son:
"Monolith, the Face of Half Dome" (1927) de Ansel Adams, que capturó el majestuoso relieve de Yosemite con un dramatismo que redefiniría la fotografía de paisajes.
"Pepper No. 30" (1930) de Edward Weston, una imagen de un pimiento que parecía una escultura renacentista.
"Magnolia Blossom" (1925) de Imogen Cunningham, que mostraba la delicadeza y la potencia de la naturaleza en un solo encuadre.
Sus exposiciones en San Francisco y más allá fueron recibidas con entusiasmo por unos y con indignación por otros. Alfred Stieglitz, el gran patriarca del pictorialismo, desdeñó su trabajo, aunque secretamente respetaba su audacia.

"Magnolia Blossom" (1925) de Imogen Cunningham
El ocaso de la f/64
Como todo movimiento radical, el grupo f/64 tuvo una vida breve pero intensa. Para 1935, las tensiones entre los miembros y la evolución individual de cada uno hicieron que el grupo se disolviera. Adams se convirtió en el gran maestro de la fotografía de naturaleza, Weston profundizó en su exploración de la forma y la textura, y Van Dyke terminó siendo cineasta.
Pero su legado perdura. f/64 transformó la fotografía en un arte independiente, capaz de valerse por sí mismo sin imitar a la pintura. Sus imágenes siguen siendo estudiadas, admiradas y reinterpretadas. En cada fotografía contemporánea que prioriza la nitidez y la profundidad de campo, en cada paisaje que nos deja sin aliento por su precisión, hay un eco de aquella conversación de 1931 en San Francisco, cuando unos jóvenes inconformistas decidieron que la realidad era lo suficientemente hermosa como para ser mostrada con total claridad.
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