Cuando la vida siempre es más de lo mismo

El sentido - Comentarios -

Hay días en los que el tiempo parece diluirse. Las semanas se suceden, los paisajes son los mismos, las conversaciones repetitivas y las emociones, una monotonía apenas interrumpida por pequeñas sorpresas que rápidamente se desvanecen. Es esa sensación de estar atrapados en un bucle existencial donde, aunque el reloj avanza, nada realmente cambia. ¿Qué ocurre cuando la vida se convierte en "más de lo mismo"?

Desde la filosofía, esta experiencia puede entenderse como una confrontación con el vacío o la "náusea" que describió Jean-Paul Sartre. No es que la vida carezca de sentido, sino que el exceso de repetición puede alienarnos de nuestras propias acciones. Nos movemos en piloto automático, como Sísifo empujando su roca montaña arriba, pero sin el drama épico, solo la gris rutina.

El estancamiento como una negación del ser

El filósofo alemán Martin Heidegger hablaba del "ser-ahí" (Dasein), esa capacidad del ser humano de vivir de manera auténtica, proyectándose hacia el futuro. Pero cuando nos dejamos arrastrar por la inercia, nos desconectamos de esa autenticidad. Vivimos como "ellos" (das Man), siguiendo normas sociales, expectativas externas y rutinas que parecen inmutables. Este abandono de nuestra individualidad nos lleva a un estado donde existimos, pero no vivimos plenamente.

Este estancamiento no es siempre fruto de la pereza, sino de un miedo profundo al cambio. Friedrich Nietzsche lo entendía bien: para superar la repetición, proponía el concepto del "eterno retorno", que nos desafía a vivir cada momento como si fuera a repetirse infinitamente. ¿Qué decisiones cambiarías si supieras que las vivirás una y otra vez?
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¿Por qué nos resistimos al cambio?

El problema no es tanto la repetición, sino cómo nos enfrentamos a ella. Kierkegaard, el padre del existencialismo, decía que la desesperación nace cuando perdemos de vista quiénes somos. Repetimos no porque queramos, sino porque el cambio nos aterroriza: tememos al fracaso, a la incertidumbre, a perder lo que conocemos, aunque sea disfuncional. En lugar de afrontar este miedo, nos refugiamos en la comodidad de lo familiar, aunque esta comodidad esté vacía de significado.

¿Cómo encontrar la salida?

Romper el ciclo no requiere grandes revoluciones, sino pequeños actos de valentía. Para Viktor Frankl, incluso en las situaciones más desesperantes, la libertad última del ser humano es elegir su actitud. Si la repetición es inevitable, podemos cambiar nuestra percepción de ella.

Abraza el cambio: No lo veas como una amenaza, sino como una oportunidad para descubrir nuevos aspectos de ti mismo.

Vuelve a lo esencial: Pregúntate qué valores te mueven. Reflexiona sobre lo que realmente importa y actúa en consecuencia.

Rompe patrones pequeños: Una nueva rutina, un hobby diferente, una conversación con alguien fuera de tu círculo habitual pueden ser el primer paso hacia un cambio mayor.
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Cronos: el tiempo que devora

Cronos es el tiempo cronológico, el del reloj, el calendario y las agendas. Es el tiempo lineal, cuantificable, que organiza nuestras vidas y nos empuja hacia adelante con una regularidad implacable. Pero Cronos, como el titán de la mitología griega, también puede ser devorador: nos arrastra en su flujo sin darnos tiempo para detenernos, reflexionar o encontrar sentido.

Cuando la vida se vuelve "más de lo mismo", estamos atrapados en Cronos. Nos levantamos, trabajamos, comemos, dormimos, y repetimos. En este ciclo, el tiempo no es un aliado, sino un tirano que nos obliga a cumplir rutinas sin espacio para lo nuevo ni lo inesperado.

Kairós: el momento oportuno

Frente a Cronos, los griegos hablaban de Kairós, el tiempo cualitativo, el momento oportuno en el que algo significativo ocurre. Kairós es ese instante donde el tiempo parece detenerse y, aunque breve, tiene un impacto duradero. Es cuando encontramos la claridad en medio del caos, cuando una decisión cambia el rumbo de nuestra vida, o cuando nos damos permiso para experimentar algo que rompe con la monotonía.

Cuando vivimos bajo el dominio exclusivo de Cronos, podemos olvidar que Kairós existe. Pero el estancamiento no es permanente: el simple acto de reconocer que estamos atrapados puede ser el primer Kairós, una invitación a crear momentos que trasciendan lo ordinario.

No es lo mismo cenar juntos con tu pareja a la misma hora y hablar sobre temas rutinarios que un momento espontáneo en el que ambos se ríen a carcajadas por algo trivial, o una conversación profunda que surge de manera inesperada y les conecta de forma más auténtica.
Tampoco es igual ir al gimnasio tres veces por semana y cumplir con una rutina de ejercicios que un día en el que, mientras corres por el parque, te detienes a admirar el amanecer y sientes una conexión profunda con el presente. Ese instante te recuerda por qué comenzaste a cuidarte.

Mientras Cronos representa lo estructurado, lo necesario y predecible, Kairós es lo inesperado, lo oportuno y lo transformador. Ambas formas de tiempo son importantes: Cronos nos organiza, pero Kairós nos da sentido. La invitación es a abrirnos a los momentos kairóticos dentro de nuestras rutinas crónicas, recordando que la vida puede sorprendernos incluso en los detalles más simples.

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¿Cómo reconectar con Kairós en una vida dominada por Cronos?

Romper con el dominio de Cronos no implica renunciar a la estructura del tiempo, sino aprender a escuchar la voz de Kairós en medio de la rutina. Algunas reflexiones filosóficas pueden ayudarnos:

Presta atención al presente: Según Heidegger, el ser auténtico surge cuando dejamos de huir del ahora. Al prestar atención plena a lo que hacemos, incluso en actividades mundanas, podemos redescubrir el significado perdido.

Busca momentos de asombro: Kairós se encuentra cuando nos permitimos maravillarnos. Puede ser un atardecer, una buena conversación  o simplemente detenernos a respirar y observar.

Abre espacio para lo inesperado: No planear cada segundo permite que Kairós irrumpa. Deja margen en tu agenda para explorar, improvisar o simplemente no hacer nada.

Un mensaje de esperanza

La vida no siempre necesita grandes transformaciones para salir del estancamiento. A veces, el simple acto de mirar con nuevos ojos lo que hacemos puede ser suficiente para encontrar significado. El filósofo griego Heráclito decía: "Ningún hombre cruza el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua son los mismos". Incluso en la repetición hay cambio. El desafío está en verlo y, mejor aún, en vivirlo.

El estancamiento puede ser el prólogo de algo extraordinario. Porque cuando la vida parece ser "más de lo mismo", quizás nos está invitando a redescubrir lo que somos capaces de ser.


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